“Más allá del título: por qué formarte de nuevo es una decisión estratégica”

Entrenar en el siglo XXI

Llevaba más de un año esperando este momento: poder acceder nuevamente al curso de entrenador de tenis de mesa de iniciación. Un título que obtuve hace más de 20 años, cuando tuve el privilegio de acceder a esta oportunidad. Mucho ha cambiado desde entonces —el deporte, los niños y el ecosistema de educación— pero una cosa no: el deseo de aportar desde la base con rigor y propósito.

En los últimos meses, también había recibido opiniones diferentes y ahora que estoy finalizando el Curso de entrenador de tenis de mesa nivel I versión 2025, creo que dar mi visión y experiencia profesional multidisciplinar puede ser muy positivo para la Comunidad de tenis de mesa en España.

Porque la pregunta que se hacen los más conservadores sería: ¿Es realmente necesario actualizar mi título con el nuevo Real Decreto?

Y no, no voy a hablar de “burocracia” ni de “papeleo”. Voy a identificar a sistemas vivos, de coherencia educativa, de adaptación inteligente. Pero, sobre todo, hablar de futuro: del que construimos cada vez que elegimos formarnos, actualizarnos y seguir siendo parte activa de un deporte que evoluciona, porque las personas que lo sostienen también evolucionan.

Entrenar ya no es solo enseñar técnica: es formar dentro de un sistema complejo.

Imagina al entrenador de iniciación como una pieza clave en un ecosistema. No está solo. Está conectado con familias, colegios, clubes, federaciones, administraciones y, por supuesto, con los propios niños y niñas.

En consecuencia, si una pieza del eslabón no se actualiza, se convierte en un obstáculo: bloqueando el acceso a la evolución natural de este deporte dentro de un ecosistema altamente dinámico.

El nuevo Plan Formativo del Tenis de Mesa, recogido en el BOE desde noviembre de 2020, no es un capricho legislativo. Es una respuesta estructural a esa necesidad de actualización.

¿Y las universidades?

Las facultades de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte también deben asumir su parte: actualizar planes, colaborar con federaciones, generar sinergias curriculares y preparar a futuros técnicos para una realidad interdisciplinar, no solo competitiva.

En ese cruce entre academia y práctica, hay un espacio fértil para rediseñar la figura del entrenador del siglo XXI: más pedagogo que instructor, más guía que jefe, más estratega que ejecutor.